sábado, 29 de marzo de 2008

Lila Downs, la verdadera esencia de la música

La paz la podemos construir aportando cada quien lo que nos corresponde, dice Lila Downs una mujer de ascendencia y espíritu indígena. Sus canciones son la esencia pura de la música; nació para cantar, “ha sido una constante buscarle el alma a la música”, reconoce. Su música refleja todo el sentimiento de su pueblo, diferentes expertos en música han dicho que su estilo es difícil de encasillar en un género determinado.
Es un estilo profundamente personal y desgarrador si se quiere, “trato de comunicarme por medio de la música que hago, con narrativas que hablen de historias que pueden hacerte hervir la sangre”, expresa con mucha convicción. La música que hace Lila refleja sus raíces culturales; la ancestralidad indígena y campesina están en sus canciones: las costumbres, rezos y medicina tradicional. El sentimiento popular de su pueblo indígena y del pueblo mexicano también está presente en sus canciones y desde luego el sufrimiento de sus hermanos migrantes, que cruzan clandestinamente la frontera en busca de esa farsa del ‘sueño americano’.

Lila nació en un pequeño pueblo en Oaxaca, “es allí que mi cordón umbilical está enterrado, por lo que según la tradición siempre voy a regresar a este lugar. Mi madre es una mujer indígena Mixteca de san Miguel el grande y mi padre era un cineasta norteamericano del Estado de Colorado de ascendencia escocesa”, cuenta.
Admira y respeta las diferencias, quizás porque nació en ellas, de ambos extremos del río Grande, un río que tanto significado tiene para los pueblos originarios. Lila está segura que la paz se puede hallar solo si logramos respetar y aceptar las diferencias y que la podemos construir si cada uno aportamos lo que nos corresponde. “Esa paz entre las diferencias culturales, entre las diferencias de hábitos, de costumbres, de lenguajes y de religiones podemos lograrla; cada uno podemos poner de nuestra parte, es complicado, pero podemos hacerlo”.
Sus primeros estudios los realizó en su tierra querida de México y luego en EEUU, “fui a la escuela en Tlaxiaco Oaxaca y St. Paul Minnesota. En la cuidad de Oaxaca empecé a estudiar voz en bellas artes y en Rowland Heights, California. Estudié voz y antropología en la universidad de Minnesota y estudié el simbolismo de los textiles tejidos por las mujeres de la nación trique en la región de la Mixteca, Oaxaca”, cuenta.
Esa formación académica le ayudó a entender mejor el simbolismo de los textiles de sus ancestros indígenas y por eso en sus vestuarios siempre estará presente algo que le identifique con las culturas ancestrales. Aparte del sentido de pertenecía por su tierra y su cultura ancestral es una mujer plenamente convencida que la música, su música alcanzará una victoria formidable a favor de las tradiciones y de la paz.
La voz de esta mujer sencilla, y orgullosa de sus ancestros, es bellísima y en ella expresa todo el sentimiento, todo el amor que siente por la vida, todos los anhelos de justicia que pide para los pueblos indígenas, campesinos y en general para la humanidad, expresa la esperanza puesta en lograr la paz; en fin sus canciones están llenas de vida y de fascinación. Esto lo atribuye Lila a que las cosas le salgan de muy adentro de su ser, “para poder compartir algo tiene que haberlo con fuerza dentro de mí misma; para poder compartirlo con otras personas o en mi música es bien importante que salga del corazón, de dentro de mí misma”.

La paz y la música

La artista mexicana estuvo en Colombia, como invitada especial al XI Festival Iberoamericano de teatro de Bogotá, fue muy grato para quienes tuvimos la oportunidad de conocerla y escuchar sus canciones; ya sea en sus presentaciones o viéndole por televisión.
Lila expresa en sus canciones la verdadera esencia de la música. Hoy que las Casas disqueras o “empresas culturales” han logrado hábilmente convertir la música en un objeto o producto de consumo masivo y comercial; donde muchos artistas han enajenado su potencial a costa de que los sellos disqueros les den la oportunidad de grabar un disco y a costa de su mismo talento. Lila ha logrado romper el esquema; sus canciones son el verdadero sentido de la música: “el más sublime de los artes” como han dicho varios melómanos, pero esto lo ha conseguido ella porque ha sentido la música como su vida misma, como una parte de sí misma, como una vocación, “entregando todo de sí para poderlo compartir” como ella dice.
La paz y la justicia siempre están presentes en su vida y en su música. “Necesito Paz para hacer lo que hago, trato de comunicarme por medio de la música que hago con narrativas que hablan de historias que pueden hacerte hervir la sangre y que te molestan y que la resolución dentro de la misma canción puede ser… tener fe, tiene fe en la humanidad, tiene fe en las cosas buenas, positivas de la vida. Así es como trato de buscar la paz cuando escribo y canto”.
Lila, no podía menos que dedicar su música a las mujeres, “a aquellas que luchan por su dignidad y por sus ideales”. Su visita a Colombia nos dejó un gran aporte, nos alentó con su voz y con sus canciones; nos compartió sus alegrías, sus sueños, sus esperanzas y también, por qué no, una parte de sus tristezas “el dolor de no tener un hijo”, por ejemplo. En sus varias entrevistas que concedió a distintos medios de comunicación dejó entrever lo maravillosa que es Lila como ser humano y lo realmente grandiosas que son las mujeres.

Enhorabuena y en este punto de la historia de la humanidad en que mujeres indígenas o no indígenas han jugado un papel esencial en la construcción de otro mundo posible y en la consolidación de los derechos humanos, ocupando un lugar muy alto en la historia, Lila enaltece a esos seres maravillosos y valiosos como son las mujeres. “Las letras de sus canciones –expresa la revista Semana- les dan a las mujeres el lugar que merecen”. Su mensaje es muy claro la igualdad de las mujeres debe ser una realidad y no simple utopía; los derechos de la mujer, además de estar escritos deben respetarse y aplicarse.

Creemos que la sociedad está en mora de darle el verdadero reconocimiento y valor que le ha negado históricamente a la mujer, especialmente a aquellas nobles y sencillas campesinas, indígenas o afrodescendientes.


SIEC. Actualidad Étnica, Bogotá, 28/03/2008.

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