jueves, 20 de marzo de 2008

La Familia; Corazón Social de lo Humano

Humberto Maturana afirma, si queremos que algo sea, hagámoslo. La familia es un ámbito de convivencia generado por un grupo de personas y que se constituye como una comunidad humana social que se genera, realiza y conserva desde la pasión por el placer de vivir y convivir juntos. Como tal, igual que el fenómeno social, se funda en el amar como condición de posibilidad, y se realiza desde el deseo de la cercanía corporal y relacional en la confianza y aceptación mutuas como un ámbito co-inspirador de colaboración y compartir en la sensualidad, la ternura y la sexualidad. Estos son los tres pilares del ámbito familiar.

Pero la sexualidad no tiene que ver solamente, desde una perspectiva biológica, con el coito o acto sexual propiamente tal sino, tiene que ver con el disfrute de la espontáneidad y la aceptación de la cercanía corporal del otro y el disfrute de ella. La sexualidad está presente todo el tiempo en el espacio relacional humano en cuanto se acepta la legitimidad corporal del otro, cuando se acaricia a un bebé, se abraza o se estrecha la mano a un amigo.

La ternura se constituye en la atención que permite acoger al otro, que lo deja ser en su multidimencional legitimidad en la cercanía junto a uno. La ternura tiene presencia toda vez que se ve al otro en su legitimidad cualquiera sea su condición.

Y la sensualidad, que tiene que ver con la sensorialidad que permite ver, tocar, oler, oír al otro y tomar conciencia de su circunstancia desde el amar que implica aceptar su legitimidad. El aceptar al otro en su legitimidad amplía la sensualidad y hace aparente, visibles, sus múltiples dimensiones así como las múltiples dimensiones de su entorno.
En la familia ocurre la convivencia social fundamental ya que es el ámbito en que se vive como parte de una comunidad más grande que ella, como un país, ámbito relacional externo que es el medio en el cual, y con el cual, se da la subsistencia de sus miembros.
La familia existe como fenómeno biológico en el ámbito social como una particularidad
relacional en la biología del amar. Y si esta naturaleza biológica, propia de la clase de seres que somos en tanto Homo Sapiens Amans Amans, es interferida, se desintegra la familia aunque subsista una unidad con ese nombre en el espacio de las declaraciones cívicas.
Para conservar la familia lo que se requiere es hacerse cargo del deseo de conservarla, el cual es consustancial a lo humano, y desde ahí recuperar las dimensiones de sexualidad, sensualidad y ternura que son su fundamento. Si eso sucede, la familia puede reaparecer y conservarse como lo que es en el dominio emocional-relacional: un espacio de bienestar, de acogimiento mutuo, y de colaboración desde el placer coinspirador de la compañía, sin expectativas, exigencias ni dinámicas culturales propias de esta cultura patriarcal-matriarcal que realizamos y conservamos en la actualidad y que en tanto niega y contradice la naturaleza amorosa del fenómeno social niega la posibilidad misma de conservar el ámbito familiar. Es desde esta cultura que la familia aparece en peligro de extinción. ¿Qué mundo queremos? ¿Uno donde la familia no quepa? Esto, como todo en el vivir humano, es nuestra responsabilidad, y la responsabilidad, nuestro don, traído a mano por la reflexividad que nos permite el lenguaje y el conversar. Como dice Humberto Maturana, si queremos que algo sea, hagámoslo.




Ignacio Muñoz Cristi
Antropólogo
Instituto Matríztico. Chile

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