sábado, 29 de marzo de 2008

Aquí y ahora , madres , padres y educación.

El derecho fundamental del niño es el de su privacidad y libertad. Recientemente el mundo occidental se está dando cuenta de la esclavitud que se le impone al niño. Así, los niños limitan su propia individualidad, sus potencialidades y tienen, en el fondo, miedo de hablar o hacer cosas muy personales. En el mundo se prioriza el ser obedientes, el seguir reglas que no entienden y, en general, a no reflexionar sino a ser imitadores. Pero solo debemos recordar que los robots son obedientes y substituyen su inteligencia por el conformismo y la seguridad, y en ellos no existen sentimientos.
El niño es espontáneo por naturaleza. Es en las interacciones cuando empieza a reconocerse la integridad y el respeto personal. El niño no se da cuenta de lo que está cambiando, no tiene forma de saberlo, pero el adulto sí sabe que está "encerrando" al niño, que lo está condicionando con valores que los padres creen convenientes. El condicionamiento parental es una de las formas de esclavitud más grande y sutil que existe, se extiende a cualquier otro adulto que entra en contacto con el niño. El niño es la semilla, y si la semilla se daña, aun por gente bien intencionada, entonces las esperanzas de una humanidad libre serán un sueño que no se realizará.
Hoy en día, con la creciente existencia de una masa crítica que busca redimensionar los valores de este mundo, se habla de un objetivo común: una integración plena del potencial humano y que es, al mismo tiempo, natural, sabia, alegre y lúdica. En suma un retorno al niño que representa el impulso a la autorrealización.

En esta nueva mirada a las interacciones, y bajo la perspectiva de una respuesta para el siglo XXI, nos atreveríamos a indicar que la llamada educación de padres y adultos se hace necesaria, pero no a nivel de recetas cliché, sino como reflexión que lleva a crear una nueva visión más creativa y realista. Las interacciones de niños y adultos tienen el potencial de creación conjunta, que permitiría a ambos crecer y fortalecer su desarrollo humano.
Los sistemas educativos deberían enseñar el arte de vivir, el arte de amar, el arte de compartir, de crear, de meditar, pero muchos lo han olvidado. Un mundo mejor será aquel en que las familias y las escuelas acepten que pueden aprender de los niños, en que no debemos tener el apresuramiento de "enseñar", sino de "descubrir" y "compartir".
El adulto aprovecha la oportunidad de su propia dificultad para asentarse enseñando y dirigiendo, en transferir sus propias preocupaciones e insatisfacciones al niño, haciendo demandas y teniendo expectativas sobre él. Una nueva forma de parentalidad debiera ser concebida, en que uno ama a los niños compartiendo su alegría, aceptándolos, respetándolos y respondiendo a sus derechos.

La niñez es un mundo de posibilidades. La responsabilidad de los adultos en sus diferentes roles significa ejercicio de libertad. La base del desarrollo humano es la infancia, plena de potencialidades, la sociedad debe tener en cuenta al niño, reconociendo sus derechos y satisfaciendo sus necesidades. Cuando escojamos la vida misma como objeto de nuestra atención y estudio, podremos llegar a palpar el secreto de la humanidad. Esta es la educación del nuevo milenio, centrada en el ser, una educación biocéntrica, una delicada construcción con todas las inmensas potencialidades de que esta dotada la niñez.

Martha Llanos

El Comercio. Peru. 27 marzo 2008

No hay comentarios: