viernes, 21 de marzo de 2008

El afecto implica sobrevivencia y progreso social

El dicho popular "La fe mueve montañas" bien podría aplicarse al afecto, proceso de interacción entre dos o más organismos y principal componente psíquico del ser humano, para subsistir, desarrollar su inteligencia y relacionarse con su familia, la escuela, su barrio y su comunidad. Se podría decir que quien goza de afecto es capaz de adaptarse y superar mil y una circunstancia de su entorno, generando seguridad a los suyos e irradiando bienestar social.
Es importante tener en cuenta este componente de la personalidad del hombre sobre todo al inicio de este año escolar, con muy baja autoestima para los peruanos por la calidad educativa en los sueldos y la desaprobación masiva de maestros en el último examen de evaluación para ocupar 25 mil plazas docentes. Jalaron 174 mil y sólo aprobaron 151 con nota 14. Estos resultados pueden generar tremenda frustración entre los docentes y los siete millones de escolares, que repercutirá en su afectividad.

De allí la necesidad de hacer un esfuerzo general desde el hogar, la escuela y la sociedad por desarrollar una comunicación más afectiva y efectiva, a través de gestos y diálogos que enfoquen los problemas y, mediante el análisis se racionalicen, para enrumbar a soluciones rápidas que superen esta crisis que si persiste puede ahondar aún más la problemática educativa de nuestro país.

Creemos que el fin primordial de la escuela es preparar al niño para la vida, su actuación en la sociedad y su aporte como ciudadano a su comunidad y país, para lo cual se necesita que su rol no sea sólo de transmitir información y conocimientos de diversas materias, sino de velar por el equilibrio emocional y afectivo de los niños y adolescentes. En ese sentido, se necesita del apoyo de los psicólogos y especialistas en comportamiento humano.

Es menester que los padres de familia y maestros comprendan que los niños, serán mejores si cada día se mueven en un entorno afectivo, que les brinde seguridad y en donde sus temores, tristezas, angustias y frustraciones sean canalizadas con mucha comprensión, comunicación y afecto.

El doctor Alain Rideau (Psicología Moderna, 1978) señala que el afecto es uno de los principales componentes de la vida psíquica. Determina el humor, pero repercute también en la inteligencia y en la actividad en general.

La tonalidad afectiva, que se manifiesta desde la euforia a la tristeza, depende no sólo de factores personales, sino también de factores sociales, especialmente familiares.

Se debe tener en cuenta que la carencia de cuidados afectivos en los primeros años de vida genera un estado de apatía e indiferencia, que puede originar retraso intelectual, inclusive, insuficiencia de la estatura y del peso.

El niño constantemente necesita aprobación, que es una manera de darle afecto y seguridad. De igual forma, el adolescente, el joven y el adulto. Sin embargo, no muchas personas están dispuestas a dar afecto, tal vez porque "nadie da lo que no recibió".

Sin embargo, para los niños es vital conseguir aprobación, pues la desaprobación puede dar lugar a los primeros conflictos y decepciones, y a la larga, se genera una conducta tímida, que repercutirá negativamente en su aprendizaje y desarrollo personal.

Por eso, el papel de las madres y de los papás es compenetrarse en el mundo de sus hijos, dedicándoles el tiempo necesario para saber qué problemas los afligen y de ese modo apoyarlos para la solución de sus conflictos. Especialmente, los niños que ingresan a la pubertad necesitan de contar con muy buenos consejeros para desechar el fácil aprendizaje de malos hábitos y vicios que se generan en la calle.

Apostemos por personalidades bien estructuradas, porque de ese modo tendremos ciudadanos capaces de resistir los choques afectivos, las emociones dolorosas, los sentimientos penosos y, de ese modo estaremos previniendo de perturbaciones psicológicas más graves como las neurosis, el desinterés escolar y la apatía.

El afecto se traduce en señales claras como la sonrisa, la comprensión, el respeto, la consideración, la ayuda, etc. que son gestos para quienes los reciben y experimentan con ello, emociones positivas. En conclusión, demos afecto y recibámoslo con agrado para alimentar nuestros organismos con esta gran energía, para plasmarla en el bienestar de nuestros hogares, escuelas y sociedad.

Desde Peru. Magister. Rosa Reyna Peláez, Periodista, Asesora de Imagen y Prensa, Psicóloga y Docente universitaria,

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