viernes, 4 de abril de 2008

Los mitos masculinos están agotados.

Vivimos en la actualidad un momento importante y productivo, porque es claro para los hombres que las imágenes de la masculinidad adulta que suministra la cultura popular están agotadas; el hombre no puede depender ya de ellas.

...En los '50 apareció con cierta consistencia un personaje americano y se transformó en un modelo de masculinidad adoptado por muchos hombres: llegaba al trabajo puntual, trabajaba responsablemente, mantenía a su esposa e hijos y admiraba la disciplina. Esta clase de hombres no veía con claridad el alma de las mujeres pero apreciaba sus cuerpos. Su visión de la cultura y su visión de su país era optimista e infantil. Muchas de sus cualidades eran positivas y fuertes, pero debajo del encanto y la hipocresía había, y allí permanece, mucho aislamiento, privación y pasividad. Además, si este hombre no dispone de un enemigo, no está seguro de estar vivo.
Se suponía que al hombre de los '50 le gustaba el fútbol, era agresivo, defendía a su país, nunca lloraba y siempre proveía. Pero esta imagen no contemplaba su espacio receptivo e íntimo. Su personalidad carecía de sentido de continuidad... El macho de los '50 tenía una visión clara de lo que el hombre era y lo que las responsabilidades masculinas eran, pero el aislamiento y la parcialidad de su visión eran peligrosos.
En los '70 apareció otra clase de hombre. El derroche y las guerras hicieron que los hombres se cuestionaran si sabían realmente lo que era un varón adulto. Si la masculinidad significaba la guerra de Vietnam ¿querían tener algo que ver con ello? Mientras tanto, el movimiento feminista alentaba a los hombres a observar a las mujeres, forzándolos a tener conciencia a tomar conciencia de las preocupaciones y sufrimientos que el hombre delos '50 se había esforzado por negar. A medida que comenzaron a examinar la historia y la sensibilidad de las mujeres, algunos hombres empezaron a notar lo que se llamó su lado "femenino" y a prestarle atención. Este proceso continúa hoy y yo diría que muchos hombres contemporáneos están ocupados en él de alguna forma.
Hay algo maravilloso en este desarrollo de los varones al dar la bienvenida a su propia conciencia femenina y alimentarla (esto es muy importante), sin embargo, tengo la sensación de que algo no está bien. En los últimos veinte años el hombre se ha vuelto más racional, más gentil, pero este proceso no lo ha hecho más libre. Es un buen chico que complace no sólo a su mamá sino también a la chica que vive con él.
En los '70 comencé a ver un fenómeno al que podríamos llamar el "masculino suave". Algunas veces, aún hoy, cuando miro a un auditorio veo que tal vez la mitad de los varones son lo que yo llamaría "suaves". Son gente valiosa, querible, los aprecio; no están interesados en dañar la tierra o en comenzar guerras. Tiene una actitud apacible respecto de la vida y en su estilo de vida, pero muchos de estos hombres no son felices. Se les nota enseguida cierta falta de energía. Son conservadores de la vida, pero no la irradian. Irónicamente, se ve con frecuencia a estos hombres junto a mujeres fuertes que, sin lugar a dudas, irradian energía.
Tenemos hoy a un hombre joven bien sintonizado, ecológicamente superior a su padre, que comprende la total armonía del universo y, sin embargo, el mismo tiene poca vitalidad para ofrecer. La mujer fuerte o vital que se graduó en los '60 (por así decirlo), o aquélla que heredó un espíritu más antiguo, ha jugado un papel importante en la producción de este hombre conservador de la vida, pero no vital.
Recuerdo una pegatina de los '60 que decía: "Las mujeres dicen sí a los hombres que dicen no". Pero las mujeres de hace veinte años decían preferir al hombre definitivamente al hombre suave y sensible. Esta preferencia afectó en algo el desarrollo de los hombres. El hombre no sensible fue equiparado con el violento y la masculinidad sensible fue recompensada.

Algunas mujeres energéticas de entonces y de ahora, eligieron y aún eligen, hombres suaves para ser sus amantes y, en cierta forma, para ser sus hijos... Por diversas razones los hombres deseaban a sus mujeres más duras y las mujeres comenzaron a desear hombres suaves. Pareció un buen acuerdo durante un tiempo, pero ya hemos vivido conforme a él lo suficiente, para darnos cuenta que no está funcionando.

Me enteré por primera vez de la angustia de los hombres de los hombres suaves cuando ellos me relataban sus historias en los primeros encuentros masculinos. En 1980, la comunidad Lama de Nuevo México me pidió que dictara un curso para hombres que tuvo unos 40 participantes. Cada día nos concentrábamos en un dios griego y en una historia antigua, y al atardecer nos reuníamos a conversar. En esas charlas no era raro que alguno de los jóvenes pasara cinco minutos llorando. Era sorprendente para mí, la acumulación de pena y angustia que había en ellos. Parte de su pena provenía de la ausencia de sus padres, cosa que sentían íntimamente, pero, en parte también, el dolor fluía de los problemas en sus matrimonios o relaciones. Ellos habían aprendido a ser sensibles pero la sensibilidad no era suficiente para conducir a sus matrimonios a través de tiempos azarosos. En toda relación es necesario algo "feroz" de cuando en cuando: tanto el hombre como la mujer necesitan de ello. Pero, llegado el momento, cuando era necesario, el hombre joven se quedaba corto. El era nutricio, pero su relación y su vida necesitaban algo más.
El carón suave era capaz de decir: "Puedo sentir tu pena y considerar tu vida tan importante como la mía, voy a cuidarte y a consolarte". Pero no podía reclamar lo que el quería y sostenerlo. Esa determinación era un asunto diferente.
En La Odisea, Hermes dice a Odiseo que cuando se acerque a Circe, que posee una cierta energía matriarcal, debe alzar o desenvainar su espada. En estos primeros encuentros era dificultoso para la mayoría de los jóvenes distinguir entre exhibir la espada y herir a alguien... pero mostrar la espada no significa necesariamente luchar; también puede sugerir una alegre determinación.
El viaje que muchos hombres han realizado dentro de la suavidad, la sensibilidad o el desarrollo de su aspecto femenino ha sido una tarea inmensamente valorable, pero hay más camino que recorrer. Ninguna etapa es la parada final.

Tomado de Hombres de Hierro, El libro de la nueva masculinidad, Edit. Planeta, 1992, Bs. Aires.



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