martes, 1 de abril de 2008

Acerca de las maestras de Sarmiento.

Fue en 1986, en el Festival de Cine de Toronto. "Material de Hollywood", dijo Julie Christie cuando escuchó hablar sobre las maestras de Sarmiento al grupo de argentinos con los que comía (María Luisa Bemberg, Eliseo Subiela y Julio Crespo, el corresponsal de LA NACION en los Estados Unidos). Veintidós años después, uno de esos comensales, Julio Crespo, presenta un libro que se titula Las maestras de Sarmiento (Grupo Abierto). La actriz inglesa tenía razón: todo lo que se cuenta en esa obra parece concebido para una película de ficción en la que no faltan revoluciones, epidemias, idilios a la luz de la luna, asesinatos de presidentes, mujeres que se arriesgan en terrenos desiertos o que deben desafiar las crecientes de los ríos, además de la incomprensión y la intolerancia religiosas.


-¿Cuándo empezó a interesarse por el tema de este libro?

-Fui corresponsal de LA NACION en Estados Unidos de 1983 a 1993. Durante ese período leí Sesenta y cinco valientes. Sarmiento y las maestras norteamericanas , de Alice Houston Luiggi, que se publicó en español en 1959 y en inglés unos años más tarde, y conocí Boston. Todo eso acentuó mi interés por la curiosa conexión que se estableció entre un círculo de intelectuales de esa ciudad y Sarmiento. Muchos años más tarde, el doctor Eduardo Mayer, empresario y bibliófilo admirador de Sarmiento y creador de la Fundación Última Esperanza, consagrada a temas de educación, me propuso patrocinar un libro sobre el asunto. El proyecto se realizó y el resultado es Las maestras de Sarmiento , que tiene prólogo de Horacio Sanguinetti. La investigación iconográfica estuvo a cargo de María Flores. La edición, auspiciada por la Fundación Última Esperanza, es bilingüe y Christine Walsh hizo la traducción al inglés.

-¿Cuándo se le ocurrió a Sarmiento la idea de traer maestras norteamericanas a la Argentina?

-La historia de la que surgió el sistema de instrucción primaria de nuestro país empezó con la estadía de Sarmiento en Inglaterra en 1847. Había sido enviado a Europa por el ministro chileno de Justicia e Instrucción Pública, Manuel Montt, para estudiar cómo funcionaba la educación en otros países. En Londres, leyó un informe sobre el tema escrito por el norteamericano Horace Mann, donde encontró ideas que le resultaron tan estimulantes que resolvió continuar su viaje a Estados Unidos para conocer a ese hombre. Fue así como una tarde del otoño de 1847, en Boston, se encontraron para charlar Horace Mann, su mujer, Mary Peabody Mann, y Sarmiento. Ese fue el primer contacto del trío. Mary Mann se convirtió con el tiempo en una amiga más allá de la distancia y una colaboradora inestimable del argentino. Es curioso cómo en esa primera estadía Sarmiento no prestó atención a nada de lo que podría haberlo desilusionado de Estados Unidos. En su libro Viajes por Europa, África y América , registra sus impresiones personales, que mezcla con las clásicas observaciones de Tocqueville. Sarmiento vio en Estados Unidos la realización de lo que quería en la Argentina; él buscaba romper definitivamente los lazos con el pasado colonial, acercarse más a la Europa no española y al mundo moderno, que pensaba encarnado en Norteamérica. No vio ni la miseria ni los problemas raciales. Pero observó la importancia que se daba a la educación de las mujeres, la libertad con que se movían y la espontaneidad con que las parejas se demostraban cariño en público.

-¿Cuál fue la relación de Sarmiento con los Mann?

-Sarmiento volvió a Estados Unidos tan solo después de la Guerra de Secesión, cuando el presidente Mitre lo nombró ministro plenipotenciario en aquel país. Estaba enamorado de Nueva Inglaterra, "la Atenas de América". En esa estadía, que habría de durar tres años, el sanjuanino retomó contacto con Mary Mann. Se vieron pocas veces, entre otras cosas para evitar las murmuraciones, pero se escribían a menudo. Esa correspondencia, en gran medida, fue la que dio origen a los planes de Sarmiento. A él y a Mary Mann se les ocurrió la idea de llevar a la Argentina maestras norteamericanas. El plan podía parecer una insensatez, pero en esa época, no lo era tanto. Algunas maestras que se desplazaban de un lugar a otro en busca de trabajo estaban acostumbradas a las largas travesías. Hubo un caso que podríamos llamar extremo, y que, al parecer, contribuyó a inspirar la iniciativa de Sarmiento. Un grupo de maestras zarpó desde Nueva York con destino a Seattle, sobre el Pacífico, y el barco hizo el recorrido dando la vuelta al Cabo de Hornos. Sarmiento pensaba traer mil maestras. Buscaba mujeres capaces, prácticas, intrépidas. Era un visionario con un pensamiento utópico. Es quizás el prócer más vivo, el que despierta más ecos en nuesro presente, por eso se lo discute tanto. Hacía grandes planes, que solo se realizaban en parte, pero que eran de carácter decisivo. El encuentro entre Horace Mann, Mary Mann y Sarmiento, con el tiempo, habría de colocar a la Argentina a la vanguardia de los sistemas de enseñanza en Hispanoamérica. Durante su permanencia en Estados Unidos, Sarmiento viajó por todo el país. Debía defender ante el gobierno y el pueblo norteamericanos la Guerra del Paraguay. La prensa y los círculos de poder, en general, se inclinaban por la causa paraguaya. El entonces ministro argentino se movió de distintas maneras para cambiar esa opinión. En 1868, fue elegido presidente y regresó al país.

-¿Qué cambios buscaba Sarmiento con la creación de Escuelas Normales en la Argentina?

-Por un lado, la profesionalización de la enseñanza y la consiguiente mejora de la educación. Además, se abría una nueva fuente de trabajo, que podía ser un trampolín para otras actividades. Jóvenes que no provenían de familias de altos ingresos estaban en condiciones de mantenerse y pagarse con sus sueldos de maestros una carrera universitaria. Otro de los cambios fue que la mujer que se recibía de maestra podía tener un medio de vida digno y honorable. En esa época, se pensaba mal de las mujeres que trabajaban, pero no así de las maestras. Por eso, este proyecto de Sarmiento está asociado a un aspecto destacado de su personalidad: su respeto y preocupación por las mujeres. En su casa, había tenido en su madre, doña Paula, que sostenía la familia, un modelo femenino notable.

-¿Cuándo llegaron las primeras maestras?

-Poco después del retorno de Sarmiento a la Argentina como presidente. La primera de ellas fue Mary Elizabeth Gorman. Desembarcó en Buenos Aires, en 1869. Sarmiento había asumido la presidencia poco más de un año antes. ...l quería que la primera Escuela Normal funcionara en San Juan, pero encontró obstáculos. Apenas llegada al Río de la Plata, Mary Gorman, que hablaba español, se fue a vivir a la casa de unos conocidos norteamericanos. La comunidad anglosajona en bloque le desaconsejó que emprendiera el viaje de quince días a la provincia cordillerana. Le dijeron que debería atravesar zonas desérticas, en las que todavía había luchas internas, además de la amenaza de los indios y de los asaltantes. Mary Gorman se negó entonces a ir a San Juan, lo que provocó la decepción y el enojo de Sarmiento. Los graves problemas que se fueron sucediendo durante esos años volvían muy difícil hacer realidad la voluntad utópica del presidente en la escala que él pretendía. En abril de 1870, Urquiza, el gobernador de Entre Ríos, fue asesinado por las fuerzas rebeldes de Ricardo López Jordán. A ese levantamiento le sucederían otros dos. Por si fuera poco, en 1870, estalló la epidemia de fiebre amarilla en Buenos Aires. Durante la presidencia de Sarmiento no pudo hacerse todo lo que él pretendía en educación. Por ejemplo, no llegó a abrirse la Escuela Normal de San Juan. El desarrollo definitivo de la instrucción se daría en las presidencias de Avellaneda y de Roca.

-¿Cómo funcionaron las Escuelas Normales? ¿Cuál fue la primera en crearse?

-La llegada de docentes norteamericanos se extendió casi treinta años. Mary Mann, en Estados Unidos, seguía reclutando para Sarmiento a jóvenes maestras. Entre 1869 y 1898 llegaron a la Argentina sesenta y una maestras y cuatro maestros, todos ellos formados en el método de Pestalozzi. A pesar de que los planes de Sarmiento estaban sobre todo dirigidos a atraer mujeres, no fue una mujer, sino un hombre, John Stearns, quien abrió la primera Escuela Normal. Stearns llegó a Buenos Aires en 1870 e inauguró la Escuela Normal de Paraná. Por un lado, se enseñaba allí a las normalistas; por otro, estaba la escuela de aplicación donde se cursaban la escuela primaria y la secundaria. El inglés se enseñaba desde el primer grado y el francés, desde quinto. El plan de estudios había sido diseñado por Stearns. Su labor fue admirable. En pocos años, creó un centro de formación modelo. Paraná era el primer destino de todas las maestras que llegaban a la Argentina. Debían pasar cuatro meses allí para aprender el español e informarse de los métodos y del plan establecido. Después se les asignaban escuelas en distintas partes del territorio nacional. Durante los años en que Stearns trabajó en Paraná, se produjeron dos levantamientos de López Jordán, lo que obligó a interrumpir los cursos. Una de las maestras, Jennie Howard, destinada a Corrientes, tuvo que guarecerse en el fondo de su escuela y pasar días sin salir, porque en las calles de la ciudad, los caudillos rivales se mataban a tiros.

-El proceso de adaptación de las maestras fue muy duro, tal como lo cuenta en su libro.

-El país estaba empobrecido por la Guerra del Paraguay; la violencia, a veces, invadía las calles de las ciudades, sin hablar de los indios que asolaban la campaña y de los bandoleros que volvían peligrosos los viajes. Una de las primeras maestras en venir, Fanny Wood, murió víctima de la fiebre amarilla. Sarmiento había insistido para que fuera a San Juan pero ella se negó por las mismas razones por las que se había negado Mary Gorman. Cuando estalló el brote epidémico, Fanny Wood se refugió en el campo, pero al enterarse de que uno de los miembros de la familia que la había acogido al llegar a la Argentina había caído enfermo, en un gesto heroico, regresó a la ciudad y, a su vez, contrajo la peste y murió. Al horror inesperado de la epidemia, se sumaban los inconvenientes producidos por catástrofes naturales como las inundaciones. También las costumbres distintas hacían más dura la integración de los extranjeros William Stearns, hermano de John, el fundador de la Escuela Normal de Paraná, tuvo a su cargo una institución semejante en Tucumán. Su reacción frente a tantos problemas era de una irritación profunda. Llegó a decir que no podía soportar la suciedad urbana ni la dejadez de los habitantes. El sonido de la guitarra, que encarnaba el espíritu de ese mundo tan hostil, le resultaba una tortura.

-También hubo problemas de orden confesional.

-Desde el principio, la religión fue un obstáculo. Los docentes que llegaron a la Argentina, en su mayoría, eran protestantes. En esa época, el catolicismo ferviente de algunas ciudades estaba teñido de intolerancia, como ocurría en Córdoba. Sarmiento, impulsado por sus ambiciones utópicas, no había pensado en la conmoción que produciría en ciertos círculos que mujeres protestantes formaran a alumnos católicos. Frances Armstrong y Frances Wall fueron las primeras maestras norteamericanas que llegaron en 1884 a Córdoba, donde ya funcionaba el Observatorio Astronómico, del que se ocupaba un grupo de anglosajones. La población había demostrado gran interés en la Escuela Normal y se esperaba una inscripción de ciento cincuenta alumnas. Pero el presbítero Jerónimo Clara, en forma interina a cargo del obispado, como vicario capitular y gobernador en sede vacante, se opuso a la enseñanza por parte de protestantes. En una carta pastoral, dijo que ningún padre católico debía enviar sus hijas a la Escuela Normal. A pesar de ello, se inscribieron cincuenta alumnas, lo que no era poco. Frances Armstrong le pidió una entrevista a Monseñor Mattera, el legado apostólico que había respaldado a Clara, para explicar su posición. Después del encuentro, el prelado dijo que autorizaría a los católicos a asistir a la escuela siempre que el ministro de Instrucción Pública declarase que el gobierno (Roca era presidente) no tenía intención de difundir la fe protestante, estaba dispuesto a admitir la enseñanza de la religión católica en las escuelas y permitir que el obispo las visitara, cuando lo considerase oportuno, para comprobar que efectivamente se impartía esa enseñanza. El ministro Eduardo Wilde se negó a ello. Se les dijo a las maestras que debían obedecer las instrucciones del Ministerio y no del legado papal. Wilde pidió una explicación al nuncio apostólico y como este no dio respuesta satisfactoria, Roca dispuso que se le devolvieran las credenciales y abandonase el país en veinticuatro horas. Como consecuencia de ese conflicto, las relaciones con el Vaticano quedaron interrumpidas hasta la segunda presidencia de Roca.

-Pero también hubo experiencias positivas.

-En efecto, no todo eran problemas para las jóvenes maestras norteamericanas. Muchas conocieron aquí a los hombres que se convertirían en sus esposos. Las que se casaron lo hicieron con anglosajones. Ninguna se casó con un criollo. Frances Armstrong, directora de la Escuela Normal de San Nicolás, se casó con un dentista norteamericano, que atendía en Rosario, y la cercanía de esta ciudad con San Nicolás permitió que marido y mujer continuaran con sus actividades. Pero este fue un caso excepcional, lo normal era que una vez casadas, las maestras renunciaran a sus trabajos y permanecieran en el hogar. Algunas de esas ex docentes volvieron con sus esposos a Estados Unidos o a Inglaterra. Otras se afincaron definitivamente en la Argentina. También hubo maestras que se consagraron a la enseñanza en institutos privados y abrieron escuelas destinadas a la alta sociedad argentina y anglosajona, como la American School y la Select English School for Girls.

-Sarmiento, usted lo ha dicho, es quizás el prócer más vivo porque muchos de los problemas que lo preocupaban, aún hoy, no han sido resueltos. ¿Qué enseñanza encierra la historia de estas maestras?

-Volver a este tema es importante en un momento en que se trata de dar un nuevo rumbo a la educación. La función de la escuela tiene que redifinirse. No se puede volver a la escuela de antes, pero tampoco podemos quedarnos con la actual. La historia que se cuenta en este libro puede servir para aclarar el pasado y como inspiración para construir un sistema educativo que responda a las necesidades de un mundo nuevo, muy distinto, pero que conserva rasgos esenciales de aquel pasado y de aquella tradición.

Por Hugo Beccacece

De la Redacción de LA NACION .Revista ADN Cultura 29/03 /08

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